Los ecos de las manifestaciones siguen ocupando espacios estelares en la prensa. Los ecos, desgraciadamente, se los llevan los actos vandálicos. En el mundo del espectáculo en el que vivimos, nada mejor que llamar la atención a esos actos delictivos, que la manifestación de cientos de miles de personas protagonizaron contra los recortes del Estado del bienestar.
A título de ejemplo, quisiera describir la participación de una manifestación en Sabadell. El lugar de encuentro era junto al Corte Inglés. Mucha gente, pensaba que todas los sindicatos se reunirían allí. Pero no, fue la primera sorpresa desagradable. El espacio lo ocupaba la CGT. Había mucha gente que no era de este sindicato. Nos dijeron que CCOO y UGT estaban en otros puntos de reunión. A medida que la gente se reunía se empezaron a corear consignas, tan gastadas, que parecía poco prometedor. Se descalificaron a los demás sindicatos, al parecer CGT veía como “enemigo objetivo”, no a los recortes del gobierno, sino a los sindicatos mayoritarios.
Se empezó a movilizar la manifestación en dirección a plaza de Catalunya. Consignas caducas, “el pueblo unido...”, pensaba que ese pueblo, al menos muchos de ellos, han votado al PP, no estaban en esa manifestación. Había trabajadores de la enseñanza, camisetas amarillas, trabajadores, en general eran jóvenes. Subimos por Ronda Zamenhof, en obras, las consignas eran poco imaginativas, mientras íbamos subiendo la Ronda, pensaba que podemos hacer el día después de esa manifestación. El gobierno central y autonómico, nos dicen que hacer manifestaciones es inútil, que solamente hay que aceptar los recortes, por nuestro bien. A la altura de la plaza Granados, un grupo de encapuchados había empezado a hacer pintadas en bancos y cajas de ahorro. ¿Podía decirles que pararan? Giramos hacia Avinguda de l’Onze de Setembre y Via Massagué. Esos grupos seguían pintándolo todo a su paso. Los de la CGT no parecían muy preocupados por lo que sucedía en la periferia de la manifestación. Se los veía muy organizados. Eran muy jóvenes. Pretendía hacer cerrar algún bar o tiendas. Se lanzó pintura en el edificio donde está la sede del PP. No había señales de su existencia. Al pasar junto a la Iglesia de la Concepción, “milagrosamente” se pasó despreocupadamente. En ese momento, hablé con otros trabajadores que llevaban pegatinas del CCOO y les pregunté donde estaba la manifestación, miraban el río de gente que llevaba CGT con envidia y desconcierto. Se giro por el Carrer de les Valls, y allí un grupo intentó violentamente entrar en el Condis. Llevaban palos e intentaban que cerraran. La riada de gente seguía su curso. En ese punto fui directamente al Ayuntamiento. No había nadie. ¿Dónde se habían metido? Desconcertado estuve sentado unos minutos, antes de decidirme a desandar lo recorrido.
¿Eso era todo? Desunión sindical, visto el recital de la CGT es claro que los sindicatos mayoritarios deben intentar desmarcarse de un sindicato más preocupado que cierren los pequeños negocios, agobiados por la crisis, que por denunciar a los gobiernos, exhibiendo un matonismo fuera de lugar y que sólo hace daño al movimiento sindical. ¿Qué tenía que haber hecho? ¿Denunciar a los vándalos? ¿A qué instancia? ¿Habrían ido a evitar las pintadas, y lo que es peor, hubieran evitado el miedo de los pequeños negocios? Con “sindicatos” como CGT no es necesario la CEOE, ellos mismo son el peor enemigo para la reivindicación de los derechos laborales que están siendo destruidos. En sociedades avanzadas, no es posible la maximalismo. La experiencia demuestra que los avances son graduales, es verdad que estamos en una espiral de desmantelamiento de derechos, los sindicatos mayoritarios tienen el triste papel de negociar en condiciones precarias. Sin embargo, si lo que quieren es destruirlos, y al parecer esa es la última intención, estaremos abocada a que la CGT de turno ocupe su lugar, y en esa situación lo visto en Barcelona, por ejemplo, puede ser un recordatorio de lo que puede suceder si no existen cauces de diálogo entre los diferentes agentes sociales.
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