Después de la catástrofe vienen las lamentaciones. Vivimos en una “sociedad de riesgo” (Ulrich Beck) en que la imposibilidad de accidentes no existe. Cuando se construyeron las plantas petroquímicas en la década de los setenta -por ejemplo, Iqoxe-en Tarragona, las viviendas estaban más alejadas de lo que están ahora. Que una carcasa de hierro fuera a parar cerca de 2 km y se proyectase en un bloque de pisos flanqueados por dos edificios más grandes, es el colmo de la mala suerte, dando como resultado una muerte, además de 2 víctimas más y seis heridos graves. Viviendas y complejo petroquímico se han ido acercando peligrosamente. Fallaron protocolos, pero lo que no se puede evitar son los errores humanos o fallos en los procesos que van asociados a sustancias peligrosas.
Es natural que los vecinos salgan a la calle a protestar. Se pueden depurar responsabilidades y es necesario que se hagan, pero el peligro está allí. Si preguntásemos a los vecinos si quieren seguridad a cambio del traslado a otras zonas más “seguras” del complejo petroquímico, la respuesta sería…… ¿No habría que preguntar?
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