La democracia israelí ha votado "cuanto peor, mejor". Los resultados expresan los propios designios autoimpuestos. La profecía se cumple. Los partidos políticos representados en el gobierno han buscado desde la invasión y asesinatos masivos de la población civil palestina, respaldo a su política. El resultado confirma los peores presagios. La población israelí se decanta por la destrucción del enemigo. Es cierto que la sociedad israelí es compleja y la fragmentación de votos expresa esa división. Sin embargo, los resultados confirman que la invasión era el escenario de la campaña electoral israelí y que el precio de esa compaña era la población civil palestina.
Los gobernantes israelís ya saben que cuando tengan problemas: crisis económica, los territorios ocupados, los asentamientos, el paro, la vivienda, etc., siempre se puede contabilizar muertos palestinos, a poder ser niños, para desviar la atención de la incompetencia gubernamental y los partidos afines.
Cuantas más bombas de racimo se siembren en los terriorios ocupados más votos se podrán recoger. Los muertos palestinos son indignos para que la opinión pública se moleste por ellos. Todo esto resulta descorazonador. La realidad es que el gobierno israelí y el Estado de Israel no quieren ser como cualquier país civilizado, prefieren ser los hoolingans del mundo occidental con sus excesos que son considerados como un mal que con el tiempo ya pasará, pero Israel no nació ayer, ¿hasta cuándo no empezará a madurar?
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