Los presos de ETA pretenden dar lecciones a la sociedad. Quieren que se les escuche. Estar condenado por pertenencia a banda armada ya sea como asesino, cooperador necesario 0 cómplice les permite tener una perspectiva privilegiada. Quieren que se les acerca a las cárceles del País Vasco. ¡Quién no! Sin embargo, la sociedad española que ha soportado estoicamente a estos asesinos y sus cómplices de manera ejemplar, deberíamos actuar con calma. Pero ya se sabe que ETA –no ha desaparecido- tiene prisa. Quiere ganar, aunque está derrotada. La sociedad española se merece un tiempo de tranquilidad. Si es cierto que ETA ya no va a matar o extorsionar más, lo lógico es hacer que el tiempo confirme ese anuncio de una banda que ha mentido hasta la saciedad. ¿Qué credibilidad pueden tener? Los presos de ETA gozan de unos privilegios absolutos, están vivos, mientras que sus víctimas están asesinados. Sus familiares sólo pueden ir a los cementerios a visitarlos.
Estos presos que piden derechos, jamás han pedido perdón a las víctimas o a sus familiares. Creen que son héroes y que se les debe un puesto en la nueva Euskadi. Lo peor de todo es que el nacionalismo triunfante del País Vasco acabará por lograr lo que ETA con sus muertes y destrucción jamás pudo conseguir. El delirio nacionalista habrá salido gratis. La encuesta del CIS demuestran la esquizofrenia en la percepción del problema de ETA y sus consecuencias en el País Vasco y el resto de España. Las diferencias se hacen palpables para una sociedad en el que el nacionalismo se ha convertido en fuente donde se alimentan –no es metáfora- tanto de la derecha como la izquierda. Habrá que esperar que el nuevo gobierno sepa conducir este asunto con calma y sosiego.
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