En el ámbito doméstico,
llama la atención que ERC vive su particular subidón en un Congreso en el que
los problemas reales no aparecen para centrarse en su misión: la independencia. No habría nada que
objetar, cualquier propuesta es tan buena como la contraria. El problema es que
ERC parece que no es consciente del problema que se nos avecina.
El gobierno central, de
momento, hace como si no existieran problemas entre Cataluña y el resto de España. Solo apelan a la CE
como si ella fuera la Biblia. ¿Tiene
sentido que las decisiones de Cataluña –Parlament-, tengan que dar el visto
bueno Extremadura, o Castilla-La Mancha? ERC juega a esa idea. Y las CCAA
utilizan a Cataluña para ganar votos delante de sus votantes. Es un juego de
suma cero. A ERC le parece que va siendo hora de dejar España. Casi el 55% de
catalanes también les parece que es hora de dejarla. Se ha convertido en un
lastre insufrible. No importa si es real
o imaginario. Lo esencial es que la percepción que se tenga cale en la opinión
pública. Además, los mandatarios de las CCAA, especialmente del PP, crean con
sus declaraciones, independentistas, entre los votantes indecisos.
El Parlament de Cataluña
comisiono a Mas para que hablara con Rajoy del Pacto Fiscal. No hablaron. Se cerró
una puerta, ambos son responsables. Sin embargo, el peso de la responsabilidad
recae en quien más poder tiene, es decir, el gobierno central. Pero gobierno de
Rajoy con su mayoría absoluta, gobierna desde la prepotencia. Su particular
manera de utilizar los Decretos-Ley, su clásica aparición los viernes para
llenar espacios informativos, contrasta, con su real incidencia en la vida
cotidiana.
Así que, ERC ante una
realidad poco amable, llena el espíritu de ideales que eleven a la sociedad en
una aspiración que genere ilusión y optimismo ante el presente y especialmente
ante el futuro. Nos dicen los expertos, que los seres humanos somos optimistas
hasta la médula. Seguramente, esa vena, es la que explica las expectativas
hacia la independencia. Los dirigentes de ERC quieren una República catalana
independiente. ¡Viva el optimismo!
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