La Generalitat y Cataluña se vuelve cada vez más invisible en el contexto nacional. Su peso económico no tiene simetría con su influencia en la política nacional. Sólo cuando el gobierno central de turno necesita a los nacionalistas, entonces y sólo entonces, aparecen en escena para salvarlos y recoger algunos frutos de su asistencia.
Desde la plaza Sant Jaume el President Mas podrá contemplar como el Ayuntamiento también gobierna CiU de la mano de Trías. Un nacionalismo triunfante que esgrime la crisis que ha dejado el tripartito y la miopía del gobierno socialista abandera un nacionalismo cuya primera etapa es el concierto económico –ninguna de las restantes autonomías se queja de un privilegio extraordinario- y una etapa final que desembocará en la independencia.
¡Todo el poder para CiU! Desafortunadamente para CiU y Cataluña ese poder es inexistente. La transferencia de soberanía a la UE y los mercados es tal que la capacidad real de autogobierno no pasa de la retórica y la política gestual de la que CiU siempre ha hecho gala.
Los recortes sociales –sanidad y educación- son de tal calibre que nuestro estado del bienestar se resiente especialmente para aquellos ciudadanos que son más vulnerables. El gobierno de CiU no piensa subir los impuestos, y pretende hacer más por menos, ese es el mantra del gobierno. Pero hay un límite que se está traspasando y hace imposible que se siga ofreciendo servicios. No es problema de dinero. El Estado sigue gastando alegremente dinero para operaciones dudosas, el AVE, y sus kilómetros que nadie utilizará, son un ejemplo, del derroche con que se gasta el dinero, que después falta para la sanidad y la educación –por ejemplo, en Cataluña-.
El gobierno de Cataluña intenta mediante leyes –ley òmnibus- deshacer cuanto hizo –bien y mal-, el gobierno del tripartito –izquierdas-. Es una mala política intentar deshacer lo que hizo el adversario político. CiU no puede perdonar a la izquierda que la expulsarán de su lugar natural –el gobierno-. Por eso se afana con mezquindad y revancha en borrar cualquier huella dejada por el gobierno anterior. Los ciudadanos acabaremos hartos de estos nuevos gestores. ¡Por cierto, es posible que si intenta llamar por teléfono –a la Generalitat-, en castellano tenga dificultades para poder hablar con los responsables políticos, no hay línea para ello!
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