Europa no tiene proyecto político en común. Así de claro. Lo único que anuncian es más reestructuración para salvar a la economía financiera. El BCE rebaja el precio del dinero hasta el 1%. A estas alturas de la crisis este gesto es simplemente cosmético. No ayuda para nada a la economía real. Europa se desintegra a manos de aquellos que debieran defenderla. Solo se habla de reformas en los ámbitos sociales y laborales.
Nuestros políticos se convierten en gestores para intermediar con los mercados. La sociedad es dejada a su suerte. El liberalismo triunfante debe estar satisfecho. La conexión entre sociedad y los mercados se regulaba a través del Estado, pero éste se diluye en beneficio de los mercados globales, dejando a los ciudadanos inermes ante la lógica de los mercados.
¿Qué lógica es esa? Beneficios, claro. El capitalismo global aspira al crecimiento especulativo. Europa ha dejado de ser un valor inversor. Resulta demasiado caro. Como hay alternativas, los nuevos ricos en Rusia, China, India –inconcebible hace unas décadas-, son ahora el objetivo del nuevo capitalismo global. Europa sólo interesa si los Estados se subastan a través de los bonos y letras del Estado. Si el tipo de interés es elevado, entonces, podremos apostar. Como queremos que sean altos, presionamos para que así sea.
En democracia, nuestros representantes son el reflejo de nuestra sociedad. Al ritmo que llevamos desmantelarán el Estado del bienestar a través de la técnica de la privatización. Lo público se diluye en beneficio de lo privado. El problema de lo privado no es que lo que sea. El problema es que pase como si el interés particular se convierta en interés de todos. Ese es el secreto que la nueva globalización está llevando a cabo con éxito.
El papel de nuestros políticos es simplemente decepcionante. Cada cual mira a sus propios intereses. Como no hay amplitud de miras, no puede hacer proyecto colectivo –europeo-, dejando que la política se convierta en una caricatura de lo que debería ser. La gestión de lo público y los mecanismos de diálogo entre los diferentes intereses encontrados –sociedad y mercado global- están volando y lo peor es que nuestros políticos pretenden hacernos creer que aún controlan la dirección de los asuntos público. ¡Mentirosos!
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