Una de las noticias del día es la detención de una persona que había hablado de atentar contra Pedro Sánchez. Lo extraño es que la detención fuese el 19 de septiembre en Terrassa. ¿Por qué han esperado hasta ahora para hacerlo público? Lo retratan como si fuese Lee Harvey Oswald. Ciertamente, el arsenal que poseía en su casa es espectacular. Hablar de francotirador es hablar por hablar. Vivimos tiempos de sobractuaciones. Sean policiales como judiciales. Se habla de una pluralidad de delitos tan grandes como a los líderes independentistas. Pero la realidad no se ajusta a esas imputaciones. Que Manuel Murillo Sánchez, así se llama el detenido, anunciara por WhatsApp su intención de atentar contra Pedro Sánchez, no parece muy serio. La cantidad de barbaridades que se dicen en estos grupos es realmente lamentable.
Si alguien quiere hacer daño, no lo airea a los cuatro vientos. El problema es que Pedro Sánchez vive en la Moncloa. Sale poco de ese complejo del poder. Podía esperarlo en Barcelona. Tenía un arsenal de armas porque se dedicaba al tiro olímpico. Algunas armas no parecen que sean para tiro olímpìco.
La defensa, ha utilizado lo que sucede en Cataluña, para construir un relato. Tal vez otro abogado defensor hubiera podido utilizar trastorno psicológico. No hay ni tentativa, ni nada de nada. Es la amenza contra un gobernante. ¿Es creíble que si hubiera amenazado a su vecino, hubiera tenido la repercusión que ha adquirido? Delito de amenazas implica un arco penal de uno a cinco años (art.169 CP). El problema es que Pedro Sánchez no es el vecino. Lo que sabemos es que su propósito no había –afortunadamente-, pasado de ese anuncio tan llamativo. Sin embargo, los medios de comunicación llevan la imagen del francotirador a punto de disparar.
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