Las declaraciones del arzobispo de Tarragona son una muestra más de la insania de una Institución intocable. Los abusos sexuales, y especialmente a menores, son un crimen que tiene el añadido de la persona que los ejecuta, un sacerdote, una autoridad. Cientos de casos se acumulan. En toda la órbita católica, el número de casos es astronómico, y sin embargo, parece que nada se hace para impedirlos. La Iglesia como Institución debería velar por sus feligreses, antes que por las personas que ejercen el sacerdocio. El daño devastador que provoca el abuso es muy difícil de valorar y el sufrimiento en la psique de la persona agredida es inconmensurable. Los hechos que se denuncian, siempre son con años de retraso. Las víctimas tiene que sobreponerse a la incomprensión de la familia que no puede admitir ni aceptar que el sacerdote sea el responsable del abuso. ¡Cómo aceptar que el sacerdote, y lo que representa, pueda hacer eso! Se niega y la víctima tiene que asumir en silencio s...