La Audiencia Nacional (AN) es una anomalía de nuestro sistema judicial.
El art.24.2 establece una prioridad que en la práctica no se cumple en
determinados delitos. La AN tenía una misión básica: los delitos de terrorismo
de ETA. Por decirlo así, había trabajo de sobras para que cumpliera su función.
Ahora, la AN tiene encomendada un sinfín
de competencias. La propia AN se erige en un Tribunal especial que centrifuga
todo lo que encuentra a su paso. Nadie ha pensado en rebajar su peso excesivo
en el sistema judicial.
En los tiempos que vivimos, la AN ha
utilizado de su poder para encausar al gobierno de la Generalitat. ¿Qué sentido
tiene entonces el TSJC?
La democracia española no pasa por su
mejor momento. Hoy se juzgaba nada menos que a un ciudadano que se le acusa de
organizar la pitada al himno (nacional) en la final de Copa del Rey del
2015. ¿Cómo se puede organizar? ¿Quedaba con los otros cooperadores necesarios?, ¿Distribuían panfletos con el ritmo adecuado de la pitada? ¿Por qué
molesta tanto a la Fiscalía General del Estado?, ¿No vivimos en un Estado de
Derecho? ¿Acaso no se puede manifestar la desaprobación a las instituciones?
Acaso, ¿piensan también encausar a los miles de personas que secundaron la
pitada?
Se
le acusa, nada menos, que de injurias al rey y ultraje a España. Son delitos que
rayan en lo absurdo. ¿Cómo se puede injuriar a través de los silbidos?, ¿cómo
se puede ultrajar a una entidad jurídica como España? Desde esta óptica descabellada,
se identifica el silbar con un acto criminal. Supongo que aclamarlos y
exaltarlo, nunca será suficiente para esas entidades que deben representarnos.
¿Qué quieren, súbditos o ciudadanos?. La AN quiere que todos seamos súbditos.
PD: Libertad para Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart.
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